A Cosmonio Enriquecido le come la
desazón y algún hongo parasitario. El parásito le pica pero la pesadumbre le
quita las ganas de hacer cualquier cosa, incluso rascarse. No me apetece, se
dice. No quiero hacer nada. Sólo quiero salir, estar tumbado en la hierba,
notar la brisa en la cara y ver esas nubes moviéndose tan lentas, tan felices sin
preocuparse por nada y tan bonitas allí arriba que quiero ser como vosotras,
esperadme que esta vida me cansa. Necesito unas vacaciones.
Pero las vacaciones no llegan y
Cosmonio sigue sin voluntad.
¿Por qué levantarse del sofá?
¿Por qué para hacer lo que me gusta tengo que tragar toda esta mierda que me
sobra, que me disgusta, si puedo pasar de ella?
Yo te lo diré Cosmonio, déjame
hablar. Eso por lo que estás pasando ya lo has tenido más veces. Acabas de
tener una época de mucho movimiento, de mucha motivación y de mucho esfuerzo, y
ahora pagas las consecuencias.
Tú estabas fuertemente motivado
para el campeonato de España. Los entrenamientos durante todo el año y la larga
pretemporada desde septiembre iban perfilándose para dar lo mejor de ti en un
fin de semana. La atención que pusiste por tu parte (que quizá no se tradujo en
la mejor preparación para el terreno) llegó a todos los ámbitos de tu vida. No
es sólo el entrenamiento, sino también la atmósfera en la que te habías
envuelto.
En ese momento habías dejado de
lado la oportunidad de estudiar (ya estudiaré después del CEO), la oportunidad
de salir de fiesta (ya saldré de fiesta y me emborracharé después del CEO), las
pequeñas molestias parasitarias (me vale con que aguante hasta el CEO), la
comida basura (ya me inflaré a comer después del CEO), el descanso (ya
descansaré después del CEO) e incluso el amor.
Después del campeonato de España tendremos tiempo para estar juntos.
Quizá fue el pensamiento más equivocado por tu parte, Cosmonio, porque no
quisiste afrontar la insuficiencia afectiva que arrastrabas (y arrastras) y que
además era agravada por el escaso tiempo que teníais para estar juntos, por lo
que no hubo más nosotros. Pero este pensamiento no fue el único equivocado por
tu parte.
Independientemente de cómo te
fuera el campeonato de España, éste terminó y te viste avocado a enfrentar todo
aquello que habías dejado para luego. Y cuál fue tu sorpresa al comprobar que
estabas igual o más pillado que antes. Que no había tiempo para ese prometido
descanso, que no queda tiempo para ese prometido estudio, que si no me pongo
noche y día los voy a suspender todos, cómo vas a salir de fiesta, como vas a
hincharte a comer basura y qué vas a hacer con ese hongo que te ha comido medio
pie si sigues sin tener tiempo para nada.
Y por si fuera poco, tu cerebro,
eso que tienes en la cabeza y no deja de pensar en sexo, está cansado de que lo
maltrates. Quiere más vacaciones y una subida sustanciosa de sueldo, así que ha
decidido ponerse en huelga. El único que podría ayudarte a manejar tu tiempo
con efectividad y salvarte el culo ha decidido no cooperar y así te embarga la
apatía y las ganas de no hacer nada, así no levantas la vista del ordenador
mientras te limitas a dejar que el tiempo arrastre mansamente la última oportunidad
que tienes de enderezar tu desastrosa vida hasta que quizá sea demasiado tarde
para intentarlo. Pero no, seguirás así y cuando finalmente lo intentes te van a
dar de ostias por todos lados. Puede que entonces aprendas la lección, puede
que después de llorar lo imbécil que has sido comprendas que en esta vida no
siempre hay un después y que en ella, el amor, tan solo son tres flores que se
riegan a diario.